Su primera impresión cuando entró a la empresa después de la inundación fue que Alegre no remontaría.

Sin embargo, ese mismo día comenzó la titánica tarea de recuperación: despejar escombros, rescatar moldes y limpiar. Limpiar sin descanso. Sábados, domingos, lunes. Durante semanas, la fábrica se llenó de voluntarios. Primero era gente próxima y luego universitarios que llegaban en autobuses los fines de semana y a los que había que organizar.

Y, en paralelo, organizar la producción externalizada. Toni coordinó el envío de personas, junto a RRHH, a empresas colaboradoras y el desplazamiento de más de 60 personas para apoyar la fabricación externa. “Todo el mundo se ha comprometido de una manera increíble. Llamaba una mañana para que alguien viajara por la tarde y siempre tenía gente dispuesta. Me decían, ‘hablo con mi marido y te digo’ y salían hacia donde fuera”.

La experiencia externa ha servido para comparar métodos y confirmar la valía del equipo propio, que ha demostrado su gran capacidad de respuesta.

Pero si la producción externa fue dura, la vuelta a casa no lo ha sido menos. Porque los moldes necesitan reparaciones, las máquinas ajustes y las averías y ajustes de calidad se multiplican. “Entre el estrés de la DANA y el de volver a empezar, no sé cuál elegir…”.

A pesar del cansancio acumulado, Toni mantiene el compromiso intacto con la empresa. Porque para él Industrias Alegre es más que su lugar de trabajo, es “su casa”, el lugar donde ha aprendido todo lo que sabe.

“Está siendo muy duro. Pero como siempre pasa en Industrias Alegre, vamos a salir adelante. Seguro”.